martes, 29 de diciembre de 2009

Días dorados

Por otra parte, hay días dorados. Mi depresión estaba ya curada del todo; solamente sentía ese sitio en que antes notaba el dolor, y era en el fondo una sensación placentera, parecida al momento en que uno se ha recuperado de una intoxicación accidental y puede comer de nuevo: el dolor de los músculos del estómago es sencillamente placentero.

(Nick Hornby, Fiebre en las gradas)

viernes, 18 de diciembre de 2009

Dejen paso al Maestro Sabina

Vale, es cierto que en el subtítulo de mi blog dice aquello de las reflexiones sin levantar la vista del teclado, pero al inclinarme por lo que prtendo llamar poesía en estos últimos posts, y al escuchar una canción de mi querido e idolatrado Sabina no puedo resistirme a poner la letra de una de sus mejores piezas, "Noches de Boda" , perteneciente al disco "19 días y 500 noches". Disfrutadla los malparados que lean esto, y sobre todo, no cometáis el honor de adjudicármela a mí (a lo mejor con esto cumplo mi malévolo plan de salir en Google muahahahaa...):

Que el maquillaje no apague tu risa,
que el equipaje no lastre tus alas,
que el calendario no venga con prisas,
que el diccionario detenga las balas,
Que las persianas corrijan la aurora,
que gane el quiero la guerra del puedo,
que los que esperan no cuenten las horas,
que los que matan se mueran de miedo.
Que el fin del mundo te pille bailando,
que el escenario me tiña las canas,
que nunca sepas ni cómo, ni cuándo,
ni ciento volando, ni ayer ni mañana.

Que las verdades no tengan complejos,
que las mentiras parezcan mentira,
que no te den la razón los espejos,
que te aproveche mirar lo que miras.
Que no se ocupe de tí el desamparo,
que cada cena sea tu última cena,
que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena.
Que no te compren por menos de nada,
que no te vendan amor sin espinas,
que no te duerman con cuentos de hadas,
que no te cierren el bar de la esquina.

martes, 8 de diciembre de 2009

Confesiones de un confuso juntaletras


Por esta estaca que he roto buscando una luna más pura.
Por este título inventado que nada le dice a estos versos.
Por esta petaca de tu sangre asida al vaivén de mi cintura.
Por este poema escrito en Arial me calé hasta tus huesos.

Por esta alegoría que advierto al meterme en hondura.
Por este vacío panal sin la reina de los más aviesos.
Por esta forma de mirar atrás tan rayante en la locura.
Por este lápiz de labios mediando en la firma de tus besos.

Por tantas razones perdí la razón...
Que ya no me queda ni fe ni lamento.
Ay, por tantas canciones yo perdí la ilusión
Que de noches en vela me alimento.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Parecidos irrazonables

Parece, que mi dedo recorre tu espina dorsal.
Parece, que la mente me induce a un coma terminal.
Parece, que la gente susurra tu nombre al pasar.
Parece, que estas palabras ni están, ni dicen la verdad.

Parezco, una mezcla intrincada de azúcar y miel.
Un idiota anodino en un triste y vacío vergel de papel.
Parezco, la más triste de todas las sonatas,
que tocabas cada noche en mi oído, de eso doy fe de erratas.

Pareces, una dama inglesita vestida de cuero.
Flor parisina, deidad terrenal envuelta en acero.
Pareces, la eterna inocencia comprando un liguero.
Con carita de potro indomable, pero buscando un tequiero.




jueves, 24 de septiembre de 2009

Una desilusión ilusionante

A machetazos rojos desperté de mi letargo. Fueron repetidos, y tan afilados que desgarraban finalmente las costuras que tejí con la piel del desamor. El derramamiento de sangre fue fingido, y mi reacción al salir de la ensoñación fue fatua, como sorprendido a la vez que esperaba su llegada.

No significa nada, pero es tan valioso para mí... Me devuelve al tren de la libertad, donde mi sitio en el vagón sigue tal como lo dejé, en el lado de ventana, con la baraja desparramada sobre la bandeja, con el asiento reclinado a mitad. Gracias a este paréntesis carmesí vuelvo a cambiar de párrafo en mi diario, estreno hoja nueva, encabezada con la fecha en colores y mi nombre en mayúsculas, que ahora soy yo el que escribe y sólo lo hago de mí.

Lo que más gracia me hace es que ella no es consciente de nada, es como la mariposa que prosigue su aleatorio aleteo mientras al otro lado del mundo se desencadena la desordenada sinfonía a la que dio comienzo cual colorida directora de orquesta. Mejor que sea así. Aunque no tengas nada que ver en mi devenir, gracias por reconducirlo de manera inconsciente. Una desilusión que acaba con un "To be continued" con la mejor pinta que he visto en mucho tiempo en mi vida.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Pasen y lean

La huella de tu pies difuminándose en la arena, la película de saliva que dejas en mis labios, la marca de las uñas sobre mi espalda, tu olor en la flor que acabas de oler, tu sombra en el alféizar cuando te acabas de ir, el rosco de tu toalla de secarte el pelo, el rastro de tu mirada furtiva en medio de la fiesta, la silueta que dejas al salir de la cama, tu vaho que empaña mis gafas, la estela que dejas al quitarte del espejo, tus lágrimas que mojan mi cuello...

Pero sobre todo tu perfume. Ése que está por todos los lados que tú no pisas, ése que ya no te pondrás pero que me seguirá acercando a tu ausencia, ése que irradia la soledad desubicada que sustituye estos meses a mi sombra. Tu perfume es el más recurrido de todos.

Bievenidos a mi enorme Museo de Recuerdos Tuyos que visito a menudo en mi imaginación. Las entradas se agotaron desde hace meses.

Lacerada lealtad

Es para mí el cuerpo, es para mí el alma, una simbiosis de dos símbolos en constante lucha, una personificación del yo impulsivo y el yo reflexivo que se enfrentan a cada segundo, en tantas y tan furtivas contiendas que nunca tienen final decidido ni inicio confirmado. Todo viene de la envidia del uno al otro.

Porque el cerebro envidia al corazón. Ay, cómo ansía retorcerse de placer, esas revoluciones hormonadas cuando lo tocan, e incluso aquellos respingos que musita cuando se está rompiendo. Ansía sus mil y una vidas, sus vidriosos resquebrajamientos seguidos de reconstrucciones gelatinosas, su fragilidad y su fuerza. Y por eso lo ridiculiza, le niega todo lo que anhela, lo ciega y engaña, lo alza y lo estampa.

Qué pena que siempre haya un perdedor. Y no es ni el cerebro, ni el corazón. Es el dueño de ambos.

sábado, 18 de julio de 2009

Desazonante y tajante (un viaje por mi mente)

Tu alma rutilante se detuvo unos segundos a contemplarme. Bastaron tan sólo unos pocos, suficientes para enarbolar un premeditado talante en el frío saludo y en la despedida lacerante. Fue tras ese preciso instante cuando comprendí que no estabas por la labor de recordar lo vivido algunos meses antes.

(...)

No existe mente más que la mía tan retorcidamente introspectiva, no hay perversión mayor en mi vida que la que yo mismo me dedico a fabricar, con pensamientos ora absurdos, ora inquietantemente cuadriculados, intentando unir con pinzas las fotos mojadas que quedan del pasado, ignorando que con eso sólo consigo romperlas más, distorsionar con la fuerza torsionadora de mis manos unos recuerdos que sin mezclar con el barro hubieran quedado tan especiales como eran...

Mi mente a veces es lógica y tajante, razona los mecanismos adecuados...pero otras veces se deja llevar por los sentimientos más primarios, razonamientos paridos sin la ayuda de ningun algoritmo lógico, y creo que tienen más fuerza que los racionales precisamente por su propia naturaleza salvaje y déspota, están donde nadie los llama y presionan las sienes con el convencimiento neto que sólo despierta la pasión: estos últimos son los que cada uno define dentro de sí como sentimientos.

A veces se despega de mí y vuela a cuenta de su propio combustible. Otras permanece fiel a ese nosequé que llamo mi yo. No es el retrato de un esquizofrénico... ¿o sí? Porque todos tenemos algo de esquizofrenia entendida como desapego puntual de la mente. Todos sentimos, todos irracionalizamos, joder. Pero yo quiero desconectar esa función un tiempo. Quiero ser racional contigo. Aunque, cómo no, ya se encargará mi mente de echar por tierra todo mi plan mecanizado, se esconderá tras una cortina de risa malvada y comenzará a borbotear disparates y demás veleidades sin que haya subterfugio alguno. Pero ahora que lo pienso (de manera irracional), me gusta. Aunque siempre me quedará la duda de quién ha escrito esto: si mi yo racional o mi yo borboteante y emocional.

viernes, 5 de junio de 2009

Irracional sinrazón

Es mi estigma. Mi tatuaje indeleble. Me define, me explica, me concluye. Inmanente, inherente o inalienable, qué más da como quiera llamarlo, se pegó hace ya tantos años a mi piel que no se irá nunca. Me hace reír, me hace llorar, pensar, desear, pero ante todo me hace sufrir y amar. Diferente a los demás sentimientos, pues éste es el que menos se entiende pero el que más se asume como propio. Legado de lo que más aprecio en este mundo, me supone un orgullo recordarle al mundo que se perpetúa conmigo, que no muere con la mera terrenalidad de una vida. En los peores momentos aflora con más vehemencia, en los mejores una nube te transporta allá donde vas; aunque son tan pocos esos buenos momentos que quizá por ello saben aún mejor. Todo el que me conozca ya sabrá de lo que estoy hablando. Como aquí no me conoce ni el Altísimo, que sea el propio Glorioso el que me lo recuerde, con un uy, con una canción de Sabina, con una pupa, un oso con un madroño o qué más da como quiera llamarlo. Lo importante es que está a sangre y fuego, qué más da lo que ponga.

viernes, 22 de mayo de 2009

Perdido en su pentagrama

Su mirada hace tiempo que dejó de adivinar algo. Ya no espera nada sorprendente de la vida, es más, ya no espera a la vida. Deambulando de arcén en arcén, de calle en calle, de Plaza Soledad a Avenida Remordimientos. Sus ojos vítreos, cristalinos,  no ocultan ninguna emoción sino sólo irritación por la hiriente atmósfera carbonatada. Su atuendo de alquiler, pasado de moda, pide a gritos un remiendo. Sus zapatos perdieron la suela con la quietud de su paso dubitativo, sediento y pesaroso. 

Siempre está recostado en el mismo lugar, en la esquina de un casino que quizá le recuerde la mano azarosa y tirana que lo trajo hasta allí. El conjunto de sus exequias suele posarse en las sombras, resguarnecido por la indiferencia peatonal, buscando un mendrugo de pan, un mendrugo de compasión vecina, un instante de lucidez. Porque yo sé que lo tuvo, y de excelsa brillantez, si cabe.

¿Por qué? Por sus manos. Cubiertas por una capa de mugre y ph desbocado, sobresalen sus uñas, bien perfiladas, cuidadas con mimo y tesón. La de su pulgar era la mejor estudiante de la clase musical. Uña larga, redondeada, cutícula definida, a prueba de cualquier rasgueo. Con ella y la ayuda de sus congéneres aprendió a amar a la única que le escuchó, comprendió y, ay, a la única que sigue echando de menos cada noche...a esa guitarra de porte alto y madera de caoba de vivero, que murió con su insolvencia.

Ya no desafía a la luna con ella. Y desde entonces está solo de verdad. Con esa soledad que tanto duele, ésa a la que no puede ya distraer con una punzante soleá, o una pícara bulería. Desde que lo venció el alzheimer de las calles, sólo conserva ese ritual de limado, no suficiente para seguir perdido entre esas cinco líneas paralelas y equidistantes que marcaban su camino. Quizá se esté poniendo guapo pa`cuando vuelva. Aunque ya nadie se acuerde de él, ni los acordes que tanto se acordaban cuando ella estaba. Ni siquiera la maternal clave de sol que cada día lo despierta con un rayo tan directo como implacable.

martes, 19 de mayo de 2009

Luces inciertas y desvaídas

Buscando el tercer pie del gato que tanto se me resistía, llegue a comprenderlo todo sin ser consciente de nada. Atemorizado por su falta de concreción verbal, física y emocional, encontré verdades que se quemaban con pensarlas y mensajes que se autodestruían al ser escudriñados. ¿Por qué esa dichosa manía de buscarle a todo un sentido, un dogma? -me decía. Esa dichosa manía axiomática se instauró en mí antes de yo nacer, creo. Y es inútil luchar contra ella. Da lugar a numerosos desencuentros, a fútiles tozudeces y a razones construidas a base de esperpéntica realidad. Pero va imbuido en mi forma de ser, y no podré deshacerme de ella ni con grandes dosis de agua hirviendo en mis sienes.

Siento haberme comportado de la única forma que sé. Perdona si no me amoldé a tus pretensiones. Pero así fui constituido y no pienso tocarme ni una pieza. ¡Ah! acabo de encontrarte, maldito pie, vamos a buscar a tu felino dueño. Estará deseoso de poder andar de nuevo. Al igual que yo.

jueves, 14 de mayo de 2009

Mirando al tendido

Odio las urbes. Ese pensamiento martillea mi cabeza cada vez con una mayor insistencia. Todo colas, prisas, nervios, impersonalidades caminantes, no hay un gracias, un me deja pasar, un me alegro de verte. Pero por lo que más aborrezco estas masificaciones contemporáneas es por lo que dejan tras de sí, por todo lo que las envuelve. Su aire. Eso no se respira, la ciudad te lo sirve cual máquina expendedora de cilindros alquitrantes para tu ansioso y atropellado consumo. 

En cambio, en el pueblo todo es diferente. Con una frecuencia creciente pienso en el que yo consideraba mío aunque no lo fuera. Él me adoptó con la hospitalidad que sólo puedes encontrar en esos lugares, me encerró en su tranquila naturaleza consciente de mi feliz consentimiento, dio rienda suelta al desparrame de mi mente y alma, tan constreñidas y arrugadas por culpa del  cotidiano ahogo ciudadano. El sentido de la expresión "dar un paseo" vuelve a encontrarse, no hay más agobio que el de vivir, no hay más prisa que la que uno quiera inducirse. Vuelven los sabores, los olores, vuelve el aire que te extasia si lo tomas a grandes dosis, vuelve el sordo agradecimiento de tu cuerpo al descansar su lucha contra los factores extraños portadores del virus de la sinrazón.

Y destacando sobre todo lo demás, vuelve la paz. La tristeza tiene la hondura recalcitrante que se le sospecha, la alegría tizna con un mayor énfasis las emociones, el niño tiende a ser como un niño y el adulto....el adulto busca la autenticidad perdida, aquella que guardó en un rincón de la vieja casa familiar, aquella que hoy, mira por donde, no encuentra... Lógico. No se acuerda de que se la llevó consigo. Y en la ciudad la perdió por las prisas, por la falta de un "gracias", por el aire que todo lo engulle y nada te da, salvo arcadas cuya causa olvidaste.

lunes, 11 de mayo de 2009

Pasión inocua

A la hora de ver pasar mi vida, siempre me gustó fijarme en los pequeños e insignificantes detalles que la hacen por un instante tan digna de ser vivida. Quizá porque sea lo único que ya me queda de ti, la única verdad que se conserva al vacío en mi fustigada memoria, a salvo de las bacterias del olvido. 

Esa verdad se fundamenta en tus ojos. No en su aspecto exterior en sí, sino en lo que decían de ti, en lo que tenias delante (yo) y en lo que tenías en mente. Me refugio en el recuerdo de tu iris, tan veteado como transparente con la luz del sol; en tu pupila esquizofrénica que todo quería captar; en tus pestañas que envolvían todo un haz de sensualidad, menuda arma de destrucción masiva masculina.

Esos ojos que evoco ya no están. Se cerraron y, lo que es peor, miraron para otro lado. Pero creo y seguiré creyendo que no se fueron del todo. Dejaron un rastro tras de sí, similar a la centella que deja la cola del cometa. Sí, una buena comparación, pues me producían la misma sensación cuando me miraban que si de repente todo un inmenso cielo te guiñara un...cuerpo luminiscente?

Su estela es esa pasión inocua. Aquella que tanto decía entonces, y que hoy tan sólo vive como un pasado estéril de lo que fue, congelada en pos de un nueva cara que ubicar en esa mirada. Este no es el alegato a una pasión perdida y no recuperable, sino a ese pequeño detalle que siempre quedará de ti conmigo, ese pedacito que tú me dejaste, mi recuerdo de que, aquella vez, tus ojos me miraban A MÍ, y tan sólo a mí, que se embebían en mi ser. Todo eso es lo poco que me queda de ti. Pero lo guardaré conmigo. 

viernes, 8 de mayo de 2009

Retazos desbocados

Miel. En un instante de descuido ajeno, él entreabrió sus ojos. En ese momento en que su cerebro aún no percibía ninguna forma, tan sólo la hiriente luz para sus retinas, adivinó a pensar esa palabra. Sí, -lo constataba- sus besos son miel para sus sentidos. Saboreaba su imaginaria situación en los instantes previos, cuando la boca ajena se acercaba y llegaba a ese punto de no retorno que tanto había ansiado desde que la vio. Los tentáculos de sus pestañas llegaban a rozar sutilmente su frente, en una muestra indubitada de posesión visceral, cálido deseo. Pero la máxima tensión perceptiva no podía focalizarse en otro lugar que sus papilas. Aquellas que esperaban fervientes la película húmeda y agradablemente viscosa de sus convecinas. Volvía a recorrerle ese chispazo invisible por su sistema nervioso periférico, que entreabría los dedos de sus pies en un acto reflejo, inmune a su conciencia. Miel. Eso decía su ebrio cerebro tras la inusitada catarata de endorfinas. Pero también lo expresaban esos dedos accionados por su subconsciente. Porque ésa era la razón por la que había esperado tanto tiempo. No se percató hasta la reacción post-oscular, pero algún recoveco en su ser le decía que ese beso le marcaría. Quizá la misma fuerza que hizo mover sus dedos.